Las Ninfas del Guadiana

LAS NINFAS DEL GUADIANA 

Según se dice, según se habla, según se cuenta en la leyenda, allá por los tiempos en los que nada era igual que ahora y todo era igual que antes. Los humanos todavía no habitaban en el universo y existía por estas tierras un mundo de hadas, ninfas, elfos, sátiros, duendes, gnomos y geniecillos. Dotados del poder del amor, de la amistad, de la alegría, del canto y de la belleza. Pero también del odio, la fealdad, la envidia y la destrucción.

Un grupo de ninfas bajo el manto protector de su ninfa madrina “Anae”, que las protegía de los lujuriosos sátiros y de las travesuras de gnomos y duendecillos, revoloteaban desprendiendo por sus plateadas alas destellos que fermentaban la tierra y hacían brillar al sol y a la luna, cubriendo con un manto de estrellas el tapiz celestial por las paradisíacas noches estivales.

Atendían estas ninfas a los nombres de Caia, Geva, Riva, Cala y Zapa.

Anae, como madrina protectora, era de gran envergadura y poder, arropando entre sus blancas alas a las cinco ninfas cuando el peligro acechaba, pero el enfado de los lujuriosos sátiros llegó a tal extremo que concibieron un plan para burlar o matar a Anae y apoderarse de las ninfas bajo su protección.

Un día cuando Anae se encontraba distraída consiguieron sorprenderla y arrasaron los campos, asolando el paraíso donde vivía Anae y sus ninfas, consiguiendo herirla en la cabeza de donde manaba un chorro abundante de líquido azul, -el color de la sangre de las ninfas-, que le recorría todo el cuerpo.

Tambaleándose temblorosa y herida, Anae logró salvar a las ninfas bajo su protección logrando que los sátiros huyeran. Pero la tierra desolada entristeció a la ninfa Anae de tal forma que su pena le provocó la muerte al desplomarse de espalda sobre el árido suelo quemado y arrasado por los invasores.

El dolor de las ninfas fue tal que no pudieron soportar la muerte de su ninfa madrina y se tumbaron junto a ella esperando la expiración. Caia se tumbó a sus pies, Geva sobre su cabeza y junto a ella Zapa. Riva y Cala se colocaron sobre su brazo izquierdo y así pasaron junto a Anae al paraíso donde habitan los mortales.

Pero en el paraíso no quisieron que este sacrificio quedara en el olvido y desde el mágico poder supremo, quisieron que la tierra absorbiera los cuerpos de las ninfas y su sangre azul, para transformarse en agua que regara los campos áridos y secos dándole la fertilidad y vida.

Desde entonces el cuerpo de Anae se transformó en el río Ana, bautizado por los árabes como Guadiana. Sus pechos se transformaron en los cerros de la muela y el Basharnal. El cuerpo de Caia se convirtió en el río Caya, el de Geva en el río Gévora, el de Zapa en el Zapatón y los de Riva y Cala en el Rivilla y Calamón.

Se cuenta que hoy en día las ninfas del Guadiana salen por las noches y perfuman el río dormido para que las ranas y peces se alboroten y den sinfonía al río con sus saltos y croar.

Tienden sus alas para que el sol en el ocaso ilumine la Alcazaba con tonos anaranjados y rosados. En su despertar por las mañanas lanzan sus pavesas brillantes para cubrir con la niebla el río y su entorno, manteniendo la fertilidad en los campos empapándolos de abundancia para beneficio de sus habitantes. El sacrificio de Anae y sus ninfas no fue en vano, dejaron un lugar en el mundo lleno de vida y belleza que antaño se llamó Batalyaws y hoy conocemos como Badajoz.

 

Fuente: Campo Rizo, J. M. (2009). El agua en los ritos. Los mensajes del agua, XI Jornadas de estudios de AS.P.U.R. 2009. Madrid: Aula Documental de Investigación, pp. 149- 162 (p. 140).